Otro Vº Centenario es posible: Almodóvar, reflexiona entre 1992 y 2019…

Otro Vº Centenario es posible: Almodóvar, reflexiona entre 1992 y 2019…
febrero 9, 2011 Sevilla 2019-2022

En una tribuna de Antonio Rodríguez Almodóvar, miembro del Consejo Abierto de la Iniciativa Ciudadana, que publica hoy El Correo de Andalucía y que, con permiso, reproducimos aquí a continuación. A la vez es una referencia personal de lo que hubo en la Conferencia Ciudadana del pasado 29 de enero, en la que el escritor participó activamente.  Lo recomendamos para su lectura, claro.

Otro V centenario es posible

Por Antonio Rodríguez Almodóvar

Un encuentro del pasado sábado, 29 de enero, promovido por la plataforma ciudadana Sevilla 2019-2022, para la conmemoración del V Centenario de la expedición de Magallanes, vino a significar un sólido punto de partida hacia ese recordatorio que cada día se antoja más necesario. Aunque los motores estén fríos y nos encontremos en los meros preámbulos, se va creando un ambiente, con esa reunión y otros preparativos, que a mí por lo menos me despierta una cierta sensación de déjà vu. Me refiero a los prolegómenos que fueron de la Expo 92, cuando todavía se veía un poco lejos y a muchos parecía una aventura un tanto vanidosa y otro tanto desmesurada. En realidad, éramos muy pocos los que creíamos en la conveniencia de aquella celebración, si bien no en la medida con que resultó al final. Yo mismo, allá por el 1981, presenté en el pleno del Ayuntamiento una moción de apoyo a la muestra universal; la que acabaría siendo la más grande manifestación cultural que nunca antes, ni después, verían los ojos de estas latitudes, al tiempo que transformaba profundamente la ciudad heredada de una vieja historia. Aquella moción, proverbialmente, fue apoyada por todos los grupos políticos del consistorio, ante mi propia sorpresa, pues con lo único que en realidad contábamos era con la intuición de algo extraordinario. (No mucho más tenían otras instancias del Estado). También esta propuesta de celebración de la primera vuelta al mundo logró el apoyo del pleno municipal el pasado 19 de noviembre, con otra unanimidad que hoy parece hasta más difícil que aquella, por los niveles de radicalismo que ha alcanzado la política. Pero entonces como ahora el clima social y mediático era de una frialdad terrible. Es más, no tardaron en aparecer los nubarrones que acompañarían a la muestra hasta después de su clausura. Esperemos que eso ahora no suceda, aunque hay que estar atentos a las apropiaciones indebidas, a los acaparadores y a otras especies peligrosas.

Pero las analogías no se agotan ahí, y son más interesantes las del contexto histórico. También en vísperas de la Expo, el mundo se hallaba conmocionado por acontecimientos político-sociales de primera magnitud. En 1989 caían los 115 kilómetros del muro de Berlín y poco después se derrumbaba la Unión Soviética; cosas absolutamente impensables hasta que ocurrieron. Cómo sería que el pabellón de Yugoslavia se quedó en una extraña orfandad, pues tenía presupuesto y andaban ya los preparativos de su construcción; pero lo que no tenía era un país. Y, claro, no se levantó. Hoy se está incendiando buena parte del mundo árabe, ante nuestra mirada atónita, y nadie es capaz de calcular lo que de ahí puede surgir. (Aunque un rasgo común favorable va aflorando: los pueblos árabes no quieren ni dictadura ni integrismo, quieren democracia. Menuda cosa, y tampoco la habíamos vislumbrado). En el orden económico, una severa crisis mundial ya se estaba gestando entonces, y se aposentó durante toda la década de los 90. No sé si la de ahora es más grande o más chica, pero por ahí anda.

Parece, pues, como si los sevillanos nos empeñáramos en celebrar grandes acontecimientos en medio de grandes conmociones. También la Exposición de 1929 aconteció entre enormes desdichas, las que llevarían a la guerra civil, y dejó un lastre de penuria que duró hasta ya entrada la democracia. Pero algo aprendimos de aquello, y fue a preparar la post-Expo 92 con las debidas precauciones. Por eso existen Cartuja 93, con sus empresas de innovación; los trenes de alta velocidad, las autovías, los monumentos restaurados, etcétera. Por eso creo que hay que mirar más lejos, hacia adónde se quiere ir, y desde luego preguntarse por qué hacer estas cosas. La Expo 92 siempre se pensó como una puesta de largo de la democracia española en el mundo, y de su estado autonómico, que quedó perfectamente reflejado en el Lago de España. (Desgraciadamente destruido después, cuando pudo ser la réplica simétrica de la maravillosa Plaza de España, legado de la Exposición del 29; pero de eso hablaremos otro día). Y, además, fue un motor económico del que se benefició, por supuesto la ciudad, pero también buena parte de Andalucía. El pretexto rector, que era el V Centenario del descubrimiento de América, quedó algo más diluido, ya que resultó muy contestado desde el otro lado del Atlántico. Como que a la mayoría de los países hispanoamericanos hubo que pagarles su presencia en la Exposición Universal.

La ventaja que tenemos con esta nueva fecha, la de los quinientos años de la primera circunnavegación de la Tierra, es que se trata de algo no controvertido ni discutido (salvo en lo que se refiere a la verdadera actuación y relevancia de Elcano, del que mucho hay que hablar y desmitificar). Fue aquella una gesta descomunal que engrandece a la condición humana en su expresión más pura; pues duró tres años de inimaginables fatigas y tormentos, hasta arribar al punto de partida, Sevilla, de donde había zarpado un 10 de agosto de 1519, con cinco naves y 265 hombres, para volver con sola una embarcación malherida y 18 tripulantes exhaustos. Y todo ello –esto es lo mejor a mi entender–, bajo un propósito comercial, nada disimulado, que se cumplió, sin ningún aditamento mesiánico y amparado por la corona de Castilla a idéntico fin. Algo, en suma, que añadió a la redondez de la Tierra la certeza de que era cognoscible en su integridad y abarcable para las industrias humanas, y solamente humanas.

De ahí que esta nueva conmemoración, al cabo de otros cinco siglos, deba ser menos grandilocuente de lo que fue el V Centenario del Descubrimiento, y más ajustada a la realidad económica de lo que Expo 92. ¿Pero por qué y para qué? Este es el quid. Mucho se habló de ello en la Conferencia del sábado 29 de enero, con presencia de numerosas personas, vinculadas a otras tantas asociaciones y entidades privadas, y voluntarias. Si soy capaz de resumirlo, destacaría en primer término la ocasión de recordar aquella enorme proeza, con el arrojo y las técnicas de la época, hacia el conocimiento del otro y para forjar relaciones estables, dentro de los límites de la realidad terrestre. Y no por afán de conquista, por vanagloria, o para su contrario: el pesimismo de los propios límites (¿Así de pequeña es la Tierra, aunque nos parezca tan grande? ¿Esto es todo lo que hay?), sino por saber exactamente con lo que contamos para avanzar en la aventura del conocimiento y en las transformaciones de la realidad. Y lo mejor de lo mejor: sin el concurso de mitos ni de dioses. Si enmarcamos en esa reflexión general lo que puede significar este otro V Centenario, y teniendo muy en cuenta la convulsa realidad del mundo actual, no será difícil descubrir una poderosa metáfora, que pinta sola la ocasión de reafirmar y afianzar los valores de la democracia y de los derechos humanos universales, del laicismo ilustrado, de la necesidad del gobierno de las leyes; y no de los tiranos, los monopolios, los gabinetes financieros o mediáticos, ni de los integrismos religiosos. Por algo el alcalde de Sevilla presentó este proyecto en la cumbre de Río de Janeiro de la Alianza de Civilizaciones, en mayo de 2010, en un momento crítico para la humanidad, que se adivina por desgracia duradero.

Claro que también el sábado 29 se habló de cosas más concretas, en distintos niveles; como la recuperación definitiva del río para el común de la ciudadanía, de integrar en torno a él la corona metropolitana, de darle consistencia al Iberismo, como causa pendiente entre España y Portugal (mucho se recordó a Saramago), de constituir una red de ciudades magallánicas, de impulsar nuevas medidas contra la destrucción del Planeta, y en definitiva, de un nuevo modelo de sociedad que revalide el proyecto de aquel gran navegante portugués, que no era otro que el de unir a todos los hombres mediante el comercio justo y pacífico, aparcando las ideologías y las religiones; en el fondo, adelantándose a lo que mucho tiempo después advertiría Lévy-Strauss, cuando dijo aquello tan sabio de que “toda guerra es un comercio fracasado”.

Comments (0)

Dejar una respuesta